“Para salir de un problema hay que atravesarlo”
Robert Frost
Viernes noche, empieza el fin de semana, salimos a cenar con los amigos. Algo relajado y tranquilo. Naturalmente acabamos hablando de política. Lo que al principio era una charla intrascendente acaba en discusión y enfrentamiento. ¿Alguna vez te ha pasado que empiezas una conversación tranquilamente y acabáis discutiendo o peleando? Nos puede pasar conversando con los hijos, con la pareja, con los socios, colaboradores o conocidos. El resultado final es que nos enfadamos y distanciamos. ¿Vale la pena? Discutir es enriquecedor si se traduce en un intercambio de opiniones que incrementan nuestros puntos de vista. Discutir puede ser muy empobrecedor si acabamos ofendiendo o agrediendo a los demás.
En este artículo me gustaría invitaros a reflexionar sobre aquellos motivos que nos llevan a discutir. También qué actitudes y capacidades podemos seguir trabajando para que nuestras conversaciones sean fluidas y nos sirvan para establecer mejores relaciones con los demás. Al final del artículo encontraréis un video tremendamente inspirador. Vuestros comentarios y aportaciones serán muy apreciados por todos los lectores de este blog. ¡Gracias por compartir vuestros conocimientos y experiencias!
El motivo fundamental por el que acabamos discutiendo es por nuestra reactividad. Reaccionamos desde nuestras emociones a lo que el otro dice, hace o siente. ¿Está justificado? ¿Es natural? ¿Nos hemos de sentir culpables?
Muchas parejas dejan de hablar de temas importantes para ellos o para la familia, no por tener opiniones distintas, sino por miedo al dolor, a la reactividad que se produce cada vez que han sacado “el tema” en sus conversaciones, que lamentablemente terminan en discusión. El resultado final ha sido frustración, desilusión y distanciamiento. El miedo a las consecuencias emocionales les hace evitar hablar del “tema”. Esta estrategia que parece que los protege, asimismo les aísla. Además, evitar conversar sobre estos temas controvertidos va generando un poso de resentimiento, desengaño y malestar que predispone al recelo y la desconfianza condicionando futuras conversaciones.
A la mayoría de nosotros nos afecta nuestra reactividad, nuestra falta de control. Nos sentimos mal por no saberlo hacer mejor. Nos proponemos no ser reactivos y al final perdemos los estribos, incluso gritamos. Nuestra autoestima queda por los suelos. Nos sentimos unos incompetentes, faltos de estrategias para poder llegar al otro, para saber resolver problemas o aspectos importantes de nuestras relaciones. ¿Qué pasa cuando sabemos que somos incompetentes? Que nos sentimos inseguros y asustados y dejamos de creer en nosotros y dudamos de nuestra capacidad para conversar como querríamos: como personas serenas y maduras. Lo peor es que no es la primera vez que nos pasa. La última vez que lo hicimos, nos prometimos a nosotros mismos que no nos volvería a pasar, que nos dominaríamos. Otra vez nos “fallamos a nosotros mismo”. Y nos cuestionamos si algún día llegaremos a aprender a conversar sin que las emociones tomen el control de la situación.
Reaccionamos cuando permitimos que las emociones tomen el timón y dirijan nuestras acciones. Y nos justificamos diciendo: “soy pasional”, “es que no me puedo controlar”, “es que me provocan”, “en mi familia todos lo hacemos”, “no puedo tolerarlo”, “que se ha creído esa persona”… Nos comportamos como caballos desbocados. Y como ellos, reaccionamos, a veces, de manera visceral y desproporcionada. En ese momento, el miedo, la rabia, el dolor, la impotencia o la frustración nos ciegan. Es como si un “alien” brotara de nuestro interior. No nos reconocemos a nosotros mismos. Al dar ese poder al “alien” que llevamos dentro, dejamos de conversar para empezar a discutir.
¿Qué nos lleva a ser reactivos? Uno de los factores es la interpretación que hacemos de lo que el otro siente, dice o hace. Lo vivimos como “algo personal”. Sin darnos cuenta de que el otro solamente está haciéndolo lo mejor que sabe, con los conocimientos que posee y las emociones con las que está conectado en ese momento. Lo más frecuente es que lo interpretemos como un atentado a nuestra persona.
No es fácil comprender y aceptar que si mi socio grita en una negociación, no es porque me quiera gritar a mí. Grita porque tiene miedo. Grita porque se siente incomprendido. Grita porque no se siente validado. Grita porque piensa que no me importan sus necesidades y sentimientos. No puede darse cuenta de que las emociones lo embargan. Al no poder identificar dichas emociones no puede regularlas. En lugar de ser él quien dirija la conversación a buen puerto, son las emociones las que gobiernan la conversación. Si nos contagiamos con su reactividad le estamos dando el poder a su “incompetencia para regular sus propias emociones”, no le estamos dando el poder a él como persona. ¿Lo has pensado alguna vez? Cuando alguien grita, es porque tiene miedo de algo. Cuándo tú gritas ¿De qué tienes miedo? ¿De que no te estén comprendiendo? ¿De qué no te escuchen? ¿De qué no te tengan en cuenta? Pues al otro le pasa lo mismo. Cuando grita, es porque quiere “hacerse oír”. ¿Qué pasaría si en lugar de contraatacar, te pararas y te plantearas de qué tiene miedo la otra persona? ¿Qué pasaría si cuando estás gritando te pudieras parar para comprender de donde nace el dolor que sientes?
Sabemos que el miedo no es bueno para mantener una conversación. El miedo es un virus muy contagioso que sin ser concientes de ello nos conecta con nuestros propios miedos, lo que nos lleva a reacciones defensivas o agresivas. Cuando buscamos protegernos alzamos un muro que nos impide ver realmente al otro. Al protegernos del miedo, perdemos de vista al ser humano que tenemos delante, y esta persona tampoco nos puede ver a nosotros, nuestra esencia. Y cada vez el muro es más alto y el foso más ancho.
La reactividad es como una llamada entrante del móvil que invade la conversación entre dos personas. Ni es buena ni mala, tan solo inoportuna. Podemos elegir atender la llamada inmediatamente (reacción inconsciente desde el miedo), interrumpiendo la conversación o podemos elegir continuar la conversación y atender más tarde la llamada (responder conscientemente desde la confianza) priorizando a la persona que tenemos delante y la relación que estamos construyendo.
Para mí, algo que me ayuda cuando voy a reaccionar es colocarme en el rol de “eterna aprendiz”. Me pregunto ¿Qué estoy sintiendo que me impulsa a reaccionar? ¿A qué voy a reaccionar? Me paro un momento. Si estoy reaccionando o estoy a punto de reaccionar es que hay algo que aún no he aprendido. ¿Qué necesito aprender? ¿Qué puedo cambiar? Tengo la sensación y la seguridad, al menos en mi caso, de que hay áreas internas que todavía no he indagado, que todavía desconozco. Aspectos de mí misma a los que todavía no he prestado atención, que no he cuidado o no he ayudado. Rincones oscuros e inútiles, partes temerosas y aisladas de las demás que, al ser desconocidas, me hacen vulnerable a la reactividad.
La reactividad también está relacionada con nuestros juicios internos sobre nosotros mismos. Recuerdo el caso de un cliente, Luis, que solía atacar a su socio y en cambio no sabía aceptar una crítica constructiva. El cambio paradigma se dio cuando finalmente pudo aceptar que en algún rincón de su “alma” él se sentía insuficiente e incompetente. En su fuero interno había una “voz” que le gritaba pero que no quería oír. Cuando veía la incompetencia e insuficiencia en su socio, necesitaba acallar la voz que le conectaba con esa parte suya que no podía soportar. No podía soportar que desde que era pequeño, sobre todo para su padre, nunca había sido “lo suficiente”. Cuando atacaba a su socio se atacaba a sí mismo. Cuando su socio le comentaba un error, escuchaba la voz de su padre. No podía perdonarse no haber sido suficiente. Par no oír esa voz, gritaba y atacaba a su socio. ¡Cuántas veces gritamos a otra persona porque no podemos escuchar nuestras voces internas!
Te invito a reflexionar en tú próxima discusión qué voces internas estás intentando no oír. Recuerda la última discusión. ¿Qué intentabas acallar? ¿Qué voz interna no querías volver a escuchar?
Otro de los factores que puede transformar una conversación en una discusión está relacionado con las expectativas que tenemos de los demás. No podemos tolerar que sean como son y hagan lo que hacen. Sobre todo en aquellas personas que nos importan y a las que queremos. Aquello que no podemos tolerar, aceptar, no lo escuchamos. Nos genera demasiada ansiedad o angustia. Hay ocasiones en que escuchar los problemas de los demás implica conectar con nuestro rol salvador, con nuestra necesidad de aconsejarles e intervenir. Con lo que la conversación se convierte en una discusión. La otra persona no se siente aceptada ni comprendida. La necesidad de rescatar al otro, de sacarlo de su error, de decirle lo que le conviene, corta el diálogo y conduce al enfrentamiento.
¿Te ha pasado alguna vez que tienes muy claro lo que a tu hijo le conviene y la conversación acaba en discusión? ¿Es habitual que tu pareja te diga que no necesita que la salves, sólo que la escuches?
Demasiadas veces nuestros hijos, pareja o colaboradores se confían, esperando comprensión, ser escuchados y sin embargo traicionamos esa confianza. ¿Cómo? Se nos hace intolerable la ansiedad que nos genera que se equivoquen, que sufran, que no les vaya bien en el futuro… La necesidad de rebajar nuestra ansiedad es superior a la necesidad de escucha, aceptación y apoyo que pueda necesitar el otro. Pretendemos que sea el otro el que rápidamente cambie, haciendo lo que consideramos correcto y así nosotros podremos volver a estar tranquilos. Lo que realmente nos ayudaría a todos es que nosotros pudiéramos aceptar nuestra ansiedad, aprendiéramos a regularla y confiáramos en el otro. De esta manera las conversaciones no acabarían en discusiones que nos distancian y generan frustración y resentimiento, decepción y tristeza.
A lo largo de mi experiencia profesional y personal he podido observar que cuando entramos en un bucle ascendente de reactividad lo más importante es demostrar “que tenemos razón”. Es fundamental ganar y demostrar que estamos en posesión de la “verdad”. En ese bucle reactivo, la ansiedad que se genera es contagiosa y creemos que si decimos la última palabra habremos “ganado”. Hay personas que meses e incluso años después de una discusión llegan un día y te dicen, mostrándote algún documento o información: “¡Ves como tenía razón!”. Realmente para esa persona era importante, más importante que el propio tema a discutir, poder reparar su credibilidad, limpiar su imagen, su prestigio y demostrar que realmente estaba defendiendo “la verdad”.
Para algunas personas es fundamental ganar: “convencer” al otro de que está equivocado y que él tiene la respuesta o solución. En reuniones con directivos, a veces he oído este comentario: “he de convencerles… “. Siempre les hago la misma reflexión cuando oigo esta expresión: “Convencer significa encontrar la manera de vencer al otro”. ¿Cómo crees que se sentirá el otro cuando le hayas “convencido”? ¿Cómo te sientes tú cuando te vencen?
A veces iniciamos una conversación y sin entender muy bien qué ha pasado nos encontramos en plena discusión. Sin ser concientes de que estamos enfadados (la mayoría de las veces con nosotros mismos), buscamos a alguien o cualquier excusa para discutir. Puede que no sepamos canalizar nuestras frustraciones de manera correcta y utilicemos a ciertas personas de “sparrings”. Ésta persona no comprende a qué viene esa “pelea”. Sin darnos cuenta vamos buscando motivos para generar una discusión y al final los encuentramos. Es muy doloroso cuando por fin nos hemos desahogado, darnos cuenta de que hemos utilizado al otro para regular nuestras emociones. A veces, lastimosamente, la relación no se vuelve a reconstruir jamás. ¿Te ha pasado alguna vez? ¿Qué has aprendido?
Para resumir, entre los motivos que nos inducen a acabar nuestras conversaciones en discusiones hallaremos:
- Reactividad. Miedo y ansiedad que no sabemos detectar.
- Justificar nuestra reactividad.
- Interpretar lo que dice el otro como «algo personal».
- Incapacidad para detectar nuestras emociones y regularlas.
- Baja autoestima, inseguridad. Actitudes defensivas y agresivas.
- “Voces” de nosotros mismos que no queremos oír. Juzgarnos a nosotros mismos y no aceptarnos.
- No saber escuchar de manera empática.
- Necesidad de autoafirmación, de demostrar que tenemos la razón, qué somos válidos, de convencer a otro de “nuestra verdad”.
- Desahogar nuestras frustraciones y ansiedad
- Utilizar a otros como “sparrings”
- Creencias y expectativas poco realistas
- Priorizar los temas a las personas o relaciones
- Partir de una actitud “yo gano – tú pierdes”
- Estar cerrados a nuevas maneras de ver las situaciones.
Hace unos días, estaba en una reunión y una de las personas, a la que llamaré Adela, nos estaba exponiendo un tema. Empezaron a hacerle preguntas para conocer más sobre el tema, pero las preguntas de uno de ellos iban dirigidas a poner en evidencia a Adela y demostrar que estaba equivocada y que él, si conocía ese tema. Adela estaba tranquila, no se colocó a la defensiva, de manera muy inteligente se interesó por lo que esta persona podía aportar y reconoció el valor de sus conocimientos. Al no estar a la defensiva, ni querer demostrar nada pudo escuchar lo que el otro necesitaba sin entrar en una discusión improductiva y lastimosa entre ellos y para el resto de los miembros de la reunión.
Desarrollar la capacidad de responder en lugar de reaccionar nos permitirá escuchar de verdad al otro, en lugar de defender nuestra verdad. Si logamos parar y escuchar lo que nos hace ser reactivos podremos regular nuestra ansiedad y nos posicionaremos desde la igualdad. Si logramos escuchar y aceptar nuestro miedo podremos mantener conversaciones fructíferas, dúctiles y maduras.
Cómo decíamos al inicio del artículo, discutir puede ser muy enriquecedor si sabemos respetar los distintos puntos de vista y entendemos que por encima de todo está la persona. Que nos importa más nuestra relación que el tema que estamos discutiendo. No siempre es fácil pero seguro que es posible.
Ayer, en el grupo de crecimiento personal, con el que me reúno mensualmente, les comentaba un ejemplo muy clásico. La pareja que ha de decidir sus vacaciones: ¿Mar o montaña? No hay acuerdo posible. Planteándolo de esta manera, o uno gana y el otro pierde o puede que decidan perder los dos: no vamos a ningún sitio. El tema es plantear la situación desde otro punto de vista. ¿Lo más importante qué es? ¿Cuál es nuestra prioridad? Imaginemos por un momento que cambiamos el punto de enfoque de la situación. ¿Cuáles son nuestras aficiones? Quizá podamos encontrar un sitio donde los dos ganemos. Un lugar donde podamos pasear y tomar el sol. Porque lo verdaderamente importante es estar bien los dos. Quizá lo importante no es el destino que elijamos, quizá lo importante es nuestra relación y que juntos podamos disfrutar sabiendo que la pareja también estará disfrutando.
Si buscamos enriquecer nuestras conversaciones y fomentar vínculos será fundamental:
- Conocernos.
- Abrir nuestra mente y ser flexibles ante puntos de vista distintos.
- Saber regular nuestras emociones. Confiar.
- Saber que el otro está hablando de sí mismo, no de nosotros.
- Parar, respirar y conectar con lo que estamos sintiendo.
- Tener claras nuestras prioridades.
- Ser humildes y eternos aprendices.
- Respetar a la persona con la que estamos conversando.
- Escuchar empática y enteramente.
- Priorizar a la persona y la relación al “tema”.
- Creer en el otro y no conectar con nuestro rol salvador.
- Partir de una actitud en la que busquemos ganar todos.
Os deseo a todos y todas que vuestras conversaciones lleguen a buen puerto y que sepáis aprovechar las discusiones para seguir creciendo como personas y enriquecer vuestras interacciones con los demás.
Hermínia Gomà
3 febrero 2012
Barcelona
Para terminar me gustaría compartir este video, extraordinario, que podéis encontrar en Youtube:
http://www.youtube.com/watch?v=8XWaTt2GGow
O verlo desde aquí:
36 Comments
carmen molo
REACTIVIDAD VS PROACTIVIDAD.
Mi proceso personal se encuentra ante el espejo mirando a una Carmen Blanca que se da cuenta que continuamente reacciona y reacciona…
Me he dado cuenta que el lenguaje de la persona reactiva absuelve de responsabilidades o busca transferirlas…
Y el de la persona proactiva utiliza frases como el yo puedo, yo decido, yo elijo, prefiero…
Son capaces de subordinar los impulsos a los valores cuidadosamente meditados, seleccionados e internalizados
sabiendo que toda respuesta tiene un coste de oportunidad asociado.
Este hecho de meditar, internalizar y seleccionar una respuesta me está resultando tremendamente difícil.
Yo permito que las emociones tomen el timón y me justifico con ello.
¿ Por qué no asumo mi responsabilidad ? Por inseguridad y miedo.
Dice Stephen Covey: » Gracias a la productividad no somos esclavos de las acciones que sobre nosotros se efectúan sino libres ejecutores de nuestra conducta «.
Los abrazos son una terapia siempre.
Lo sabemos al sentirlos y ahora nos lo dicen los expertos…
¡ A ABRAZARNOS !
http://elpais.com/elpais/2014/06/16/buenavida/1402926988_290345.html
ISABEL LOPEZ
Todos discutimos, unas veces es cuestión de segundos y otras veces es cuestión de días, y mientras pueda echarle la culpa al otro y yo ponerme cabezón pues así sigue la cosa. Utilicemos la discusión para aprender y aceptar las distintas necesidades de las personas. Me quedo con la frase que he leído al principio:»Discutir es enriquecedor si se traduce en un intercambio de opiniones que incrementan nuestros puntos de vista. Discutir puede ser muy empobrecedor si acabamos ofendiendo o agrediendo a los demás». Aprendamos a discutir porque dejar de hacerlo no va a suceder.
Gracias
Mar Extremera
Este post me ha encantado, Herminia. No he podido evitar recordar a gente que he conocido, de diferentes ámbitos y muy valiosa, que en nuestros primeros encuentros no fueron capaces de darse a entender de una manera reflexiva, abierta a las diferentes opiniones, dialogante más que nada por miedo. Resultaba que era gente valiosa, pero que, tal cual señalas, ocultaba su inseguridad en palabras habladas casi a gritos.
Recuerdo a un amigo que me contaba que, cuando era pequeño, su padre los obligaba a él y a su hermano a abrazarse después de una discusión o pelea y que ese abrazo al principio le sentaba mal, pero luego le sentaba bien y le hacía pensar en lo absurdo de todo lo ocurrido.
Ese abrazo, que tan bien ejemplificas con el vídeo, lo llevaba a reflexionar y a darse cuenta de que muchas veces discutía para «no perder», pero no porque tuviera la razón.
Este post me hace recordar a varios otros donde se ha hablado de la gratitud, los miedos, las emociones, el autoconocimiento, la profundización. Es un buen resumen de todos ellos, con una serie de propuestas a tener en cuenta a la hora de ayudar a nuestros pacientes.
El diálogo no es algo que se lleve en nuestra época y, menos, las discusiones sanas, donde nos escuchamos y replicamos sin ofender, quizá porque el medio en vez de propiciarlo, hace todo lo contrario, al mismo tiempo que la levedad se impone en todas partes. Pero he allí nuestro desafío: conocernos mejor a nosotras mismas, para ayudar a conocerse mejor a nuestros pacientes.
Alícia Bragulat
Gran article!
Quan veig que la conversació que estic tenint s’està transformant en discussió intento respirar fons, contar fins a deu i pensar el que dic. Aquest article m’ha fet reflexionar molt i penso que pot ser una bona eina de treball .
Anna Mollfulleda
Me es muy familiar el caso que comentas al inicio del artículo. Me suele pasar, sobre todo con los amigos y, casualmente también, hablando de política. Cuando observo que la conversación se empieza a centrar en ese tema intento reducir mis intervenciones para evitar la discusión (porque sé que no va a acabar bien). El caso es que, en el momento en el que se hieren mis sentimientos noto una gran necesidad de defenderme (esa sería mi reactividad).
Muy interesante también el vídeo. Recuerdo cuando lo pusiste en clase. Cada vez que lo veo pienso en algo diferente, y esta vez me ha hecho reflexionar acerca de lo siguiente: vamos por el mundo enfadados con todo y con todos y nos cuesta parar, dejar de pensar y sentir amor (empatizar con el otro…); si lo hiciéramos seríamos capaces de transmitir esa paz a los demás y gestionaríamos mejor los conflictos. A nivel de pareja, de amistad o incluso de familia puede parecer útil (el hecho de gestionar los conflictos) pero a nivel mundial (conflictos bélicos por ejemplo) lo significaría todo.
Daniel López Mongay
Este artículo me ha recordado a un tema que pude estudiar en una clase sobre nuevas tecnologías y el mundo de Internet.
En esta clase pudimos hablar sobre lo que en inglés se conoce como «cyber polarization». Y que creo tiene que ver bastante con el tema del post. Este término describe el fenómeno que sucede en debates o discusiones en la red, donde las posiciones sobre un tema, después de una discusión, estas se convierten en más extremistas. Esto sucede porque la mayoría de debates que suceden en la red son con gente afín a nuestra opinión, y que solo hacen que reforzar nuestra visión. Tampoco ayuda a que los buscadores como Google, personalizan los resultados de búsqueda a cada usuario, con lo cual la mayoría de estos es información que probablemente reforzara tu visión. Este fenómeno polariza las opiniones, las hace más extremas, y más difícil de entender o aceptar la opinión de los demás, y esto crea grandes conflictos. Nos limita el pensamiento crítico y la empatía hacia las opiniones de los demás.
Creo que el tema de la interacción humana en discusiones, es un tema muy interesante a nivel de psicología social, y más en un mundo donde las interacciones gracias a las redes sociales son continuas y muy sencillas.
Aquí dejo un artículo sobre este tema. Espero que te parezca interesante.
http://fathom.lib.uchicago.edu/1/777777122307/
Anna Garriga
Este artículo está lleno de ideas, tanto para reflexionar como para el ejercicio de terapia. Me imagino en terapia de pareja, ofreciéndoles a leer este texto, si se ven identificcados, ¿qué miedos, emociones hay en juego?..
A nivel personal, es obvio que todo el mundo discute y mal aunque no me parece del todo justo disculpar al otro por su falta de competencia si que es más saludable pensarlo así, y dejas más espacio para que fluya el diálogo y no las emociones que nos limitan.
gracias
ANNA GIRBAU MORENO
Después de pasar un buen rato reflexionando, me doy cuenta de lo difícil que es analizar en plena conversación todas esas preguntas que se planteaban en el artículo, cayendo fácilmente en el ataque personal y entrando en un bucle de discusión del que es difícil de salir.
Es cierto que muchas veces “son las emociones las que gobiernan la conversación” como se dice en el artículo, y nos dejamos llevar por nuestras inseguridades y nuestra falta de control. Teniendo la sensación de que en ese momento las emociones te dominan y tú has quedado fuera de juego.
Por eso me parece muy interesante el hecho de posicionarse siempre con el rol de eterna aprendiz. Hasta que algún día lleguemos, como dice el artículo a “aprender a conversar sin que las emociones tomen el control de la situación”, frase que me anoto para tenerla siempre presente ante una conversación.
El vídeo me ha hecho reflexionar, que la mejor posición que podemos tomar, es controlar las emociones de lo que la otra persona nos pueda llegar a provocar, ya sea con lo que dice, con lo que hace, o con lo que siente y tener un gesto de amor para tener paz. El amor contagia amor.
Mucho que aprender, gracias Hermina.
Meritxell Marin
Cada vez más la gente creemos que lo nuestro es lo verdadero, defendemos lo que nosotros pensamos o hacemos hasta la muerte porque no vemos la opinión del otro como algo que podemos integrar y nos puede ayudar a crecer, lo vemos como un ataque a nuestra persona, a nuestra integridad. Creo que debemos ser más humildes y escuchar el otro punto de vista para poder decidir si continuamos confiando en lo que ya teníamos o podemos conseguir una visión más amplia. Muchas veces, estoy de acuerdo con el artículo, gritamos y discutimos porque no nos llega la escucha del otro pero no nos planteamos ¿puede que me esté explicando mal? No entendemos que podemos no compartir ideas, no hablar el mismo lenguaje y por eso estamos entrando en una discusión que nos podríamos ahorrar si preguntáramos, si escuchásemos lo que el otro nos tiene que decir o necesita para entendernos, como nosotros mismos nos entendemos (aunque a veces solo es la imagen que damos) damos por supuesto que los demás tienen la obligación de entendernos sin atender a nuestras diferencias. Las diferencias nos enriquecen, si atendemos a las diferencias aprendemos, crecemos y avanzamos.
Verena Bigurra
Recuerdo mucho la frase que nos dijiste Herminia, que tus pensamientos no son tuyos en realidad, es decir, no te definen. Creo que muchas veces nos tomamos las cosas como algo personal, como que alguien tiene algo en contra de nosotros, cuando en realidad son proyecciones, miedos, dudas de la otra persona. El objetivo de una conversación es enriquecernos con los puntos de vista de las otras personas. Tener una buena conversación a mi me encanta, escuchar lo que los demás piensa, opinan sobre cierto tema es fabuloso, siempre y cuando exista respeto, escucha y amor. Debemos aprender a respetar la opinion de la otra parte, ya que no siempre compartimos el mismo punto de vista sobre los temas.
Manuela Núñez
Pienso que el objetivo de una conversación siempre debe ser el aprendizaje y el aprovechamiento de un punto de vista diferente al mío. Personalmente las palabras verdad, objetividad, realidad o totalitarismos por el estilo no me gustan. Creo que cada persona somos un mundo aparte, esto significa que cada uno interpreta las cosas a su manera sin que esto este correcto o incorrecto, simplemente diferente. Por esta razón considero que al tomar una posición de apertura y aprendizaje ante una conversación me permitirá enriquecerme y ver, en cierta medida, el mundo desde otra perspectiva, me permitirá ampliar mi visión y en la medida de lo posible, si la otra persona me lo permite, mostraré mi forma de interpretación. Tomar esta posición me permite asombrarme y darme cuenta que no hay una realidad de las cosas, no hay un correcto o incorrecto (tener razón o no tenerla), solo hay puntos de vista diferentes. Ante una discusión se debe tener muy claro que se están discutiendo puntos de vista o temas particulares, sin tomar de manera personal la observación del otro.
Claudia Moya Casaus
Genial artículo!! Realmente al leer estos blog’s en ocasiones me siento muy identificada con algunos temas y me ayudan a tomar consciencia de lo que hago mal y qué cosas tendría que mejorar… Este es uno de esos temas de los que hablo. Muchas veces he entablado una conversación con otra persona y no sé cómo ha terminado en discusiones y gritos. Considero que es algo muy oomún y a la vez, difícil de gestionar por el tema del desconocimiento en la regulación de los sentimientos y emociones que muchas veces entran en juego. Lo que me ha ocurrido en diversas ocasiones es el hecho de que la otra persona se esté tomando lo que le comentaba como algo personal, entonces, se defendía contraatacando o también porque el otro quiere tener la posesión de la verdad, como si ésta fuera objetiva. Cuando esto me sucede, pienso que deberíamos entrenarnos en escuchar y dejar de lado la ansiedad que pueda aparecer poco a poco mientras la conversación prosigue. El hecho de pararnos y analizar la emoción que se está sintiendo en ese preciso momento (en el cual la discusión está servida), lo veo confuso y complicado, ya que podemos estar equivocándonos al decir que esta emoción que estoy sintiendo proviene de la rabia o de la tristeza o del miedo… Es decir, pienso que nos falta trabajo para reconocer con exactitud nuestras emociones y a partir de aquí, saberlas gestionar. A lo largo de mis relaciones interpersonales he conocido varias personas que les agrada sentirse dueños de la verdad. Se sienten más poderosos si creen tener la razón. El ego los mata. Sólo quieren oir el «si si, vale, tienes toda la razón…» entonces ya no discuten más. Supongo que es debido a la posible frustración que sienten al ver que la otra persona «no cree en» o no está del todo de acuerdo con la valía de sus palabras y conocimientos. Lo enriquecedor pues, es discutir tomando la vertiente positiva, conociendo los diferentes puntos de vista de los demás y no tomárselo a la defensiva ni «a la reactiva». Dejemos fluir. Tal y como se ve en el vídeo, a veces sólo necesitamos un abrazo para calmar nuestra ansiedad lingüística.
Evelyn Pauli
En mi opinión un resultado que ocurre más frecuente de lo que pensamos cuando no hemos ampliado nuestro abanico de autoconocimiento y por ende de auto-mejora o cambios.
Tal y como lo plantea el libro «I´m OK YOU’re OK» en mi opinión un gran libro que explica la dinámica que propone el Análisis Transaccional en la relación que tenemos con los demás. Si yo estoy en armonía conmigo mismo(a), entonces como consecuencia mi forma de dialogar, conversar o interactuar con alguien será desde el Adulto. Escucharé y respetaré tus opiniones, pensamientos, experiencias y no me lo tomaré como algo personal. Respetaré y te dejaré ser.
Lo contrario ocurre cuando «I´m not OK» entonces «impediré» (inconscientemente) que «You´re not ok».
Un saludo!
Mª del Carmen Pérez Fuente
Yo la verdad es que me saco una diferenciación terminológica de la manga y considero diferente discutir a pelear. Para mí discutir: es cuando estás hablando de algo con alguien, y tal vez, alguna vez que otra se pueda alzar la voz pero las dos personas acaban consiguiendo haciéndose comprender por el otro. La pelea: es cuando las emociones acaban tomando el timón de la conversación y pueden acabar saliendo cosas de mala manera con la consecuencia de herir a la otra persona.
No considero que porque hayan temas en los que no coincidamos entre nosotros, estos se tengan que convertir en un tabú, tenemos que entender que, simplemente, estamos hablando y no tenemos por qué venderle nuestras opiniones y pensamientos a las otras personas.
Gracias.
laura colet
He estado reflexionando mucho sobre lo que explicas porque es algo que me afecta y me preocupa en gran medida: reacciono muy a menudo y luego me siento culpable. Desearía actuar de otra manera.
Pensando, creo que genero muchas expectativas: no sólo de cómo espero que sean los demás, sino del comportamiento y funcionamiento de casi todo en general. A veces asocio eliminar las expectativas con conformarme. Y no es eso, lo sé. Es sólo mi excusa.
Por otro lado se me ocurre una situación más que induce al conflicto: el RESENTIMIENTO. Yo lo entiendo como la acumulación de conflictos no resueltos. Y a mí el resentimiento me lleva a ‘guardarme una carta’ para jugarla cuando ‘toque’. En mi caso considero bastante importante resolver cuando toca. Poner la cuenta a cero cada día. Me ahorraría muchos disgustos. Y a los demás también.
gracias por la guía 😉
Eva García
«En toda discusión, no es una tesis la que se defiende sino a uno mismo.» Paul Valéry.
¿Sumar o restar? ¿Miedo o confianza? ¿Ego o nos? ¿Defender o compartir? ¿Escuchar o gritar?
Gracias por ayudarnos a seguir creciendo.
Carlos A.
«El tema es plantear la situación desde otro punto de vista»: lo que veo es una pared. Seguro? Miralo bien. Es verdad, no es una pared, es un camino!
Inma
Escuchar, tan fácil……tan difícil! Gracias Hermínia.
teresa terrades
Gràcies Hermínia! L’article m’arriba en un moment molt adient. El comparteixo!
ROSER CIVIT
Impressionanat!
M’he identificat en tots els ítems que condueixen a la discussió! Vaja…fins ara només els identificava als altres!! hehehehe…
Comparteixo amb els que diuen que és un article per anar-lo rellegint, doncs hi ha moltíssim material!
Què més puc dir? Que l’acudit de l’Àlex és molt bo!!!
🙂
Ingrid
Para mi el secreto de la situacion esta en que el que estalla, quiza no pueda hacer nada, la tormenta ya se ha desencadenado y tal vez es lo mejor para el. El tema esta en que el que recibe el chaparron. Para mi, suempre me ha funcionado poner la distancia necesaria para que la otra persona pueda desahogarse y poner las bases para que pueda gestionar ese poso que tenia de una manera mas sana para ambas partes y con la idea de que la relacion crezca. Cuando uno es el objeto desencadenante de una discusion, es importante escuchar muy bien la musica que nos concierne a nosotros y reflexionar que parte es nuestra responsabilidad, que no hemos querido escuchar en otras conversaciones. Es un momento de acto de conciencia para ambas partes. Pero lo mas importante es que, cuando uno provoca una discusion, seguramente el poso que deja en el otro es grande, pero el que dejamos en nosotros mismos es inmenso. La culpa y la verguenza puede apoderarse de nosotros. Es muy importante saner que despues de algo asi, la persona que ha reaccionado se va a sentir fatal y no hay que juzgarle, hay que mirarle desde el amor y la compasion que nos da el pensar que a nosotros tambien nos pasa a veces. Esta mirada permitira al otro elaborar todo el proceso sin prejuicios extetnos y actuar de la mejor manera posible desde sus valores. Y para mi un acto de amor autentico es este: te amo en el dialogo pero tambien en la fiscusion.
Ingrid
Gracias Herminia por el blog. Ayer por la tarde tuve la oportunidad de agradecertelo personalmente para el beneficio de uno de mis clientes. Pero ahora quiero tambien dejar mi percepcion del asunto.
Muchas veces convertimos una conversacion en discusion porque hay un pequeño poso dentro nuestro al respecto de esa persona. Alguna cosa, de su dia a dia que nos estorba y que por amor malentendido no hemos sabido transmitirle de manera que ayude a su crecimiento. Y un dia, en el que, por diversas causas estamos mas nerviosos, o sencillamente hemos llegado al limite de lo que es tolerable para nosostros estallamos.
josep gendra
Excel·lent Hermínia, bo de debò! Gràcies!
En Comunicación, como en la vida, se mueven y se intercambian energías. ¿Con qué energía dialogo-discuto-escucho-pregunto? En definitiva, ¿con qué energía suelo comunicarme?. «Toda la energía que no se dirige a crear, se dirige a destruir.» (Fromm). Y he aquí el origen de la discusión. ¿Usamos Palabras-Dardo o usamos Palabras-Semilla? Nuestro lenguaje puede ayudar a sembrar comprensión, amor, paz, confianza… o puede impulsar la rabia, el odio, la frustración, el miedo mediante palabras que se clavan en el otro… Y lo más importante también: ¿es habitual en nosotros uno u otro tipo de lenguaje, o bien, sólo en ciertos momentos pasajeros de ansiedad, miedo…? En cualquier caso, en la tabla donde clavamos un clavo (dardo), aunque lo extraigas, siempre queda la marca, el agujero, que se convierte en un abismo si no recuperamos la conversación en otro momento en el cual, la energía que necesitamos para crear, brote de nuevo reparadoramente para la relación con la otra persona. Pido perdón por haber usado palabras-dardo con ciertas personas y en ciertos momentos de mi vida. Una abraçada.
P.D. Àlex, molt bo l’acudit, el meu pare me’l va explicar fa temps. Boníssim!
alex fiol
Después de tantos sabios comentarios, tan solo se me ocurre compartir un chiste en el que he pensado al leer el artículo:
Médico: Sr. Rodríguez, a pesar de contar con 90 años de edad, está vd. como un chico de 20 años. ¿Cuál es su secreto?
Paciente: Porque nunca discuto con nadie
Médico: Hombre! No será por eso
Paciente: Pues no será por eso
Ana Isabel Núñez Crespo
Para mí, discutir es algo muy saludable si no conlleva el lado negativo de la ofensa. Es una extensión de la conversación pero ,actualmente, poco saludable.
Antes de llegar a la frustación o la desilusión se prefiere la represión; para asi no tener que llegar a «saborear» malas emociones. Sinembargo, es peor pues esto te lleva a la represión y frustación que son un par de malas consejeras, con una buena dosis de efectos secundarios.
Lo cierto es que creo que la reactividad viene de una falta de auto-conocimiento. La falta de un pacto con nocsotr@s para llegar a un pacto de no agresión.Para ello, como con la escucha hace falta decisión. Decidir dialogar, escuchar desde la apertura, entre otras cosas. Sino, claro está, saldrá el Alien cuando menos lo pienses y de un color diferente cada vez dependiendo del interlocutor y del tema a tratar.
Y es fácil y desagradable a la vez dejarse llevar por las emociones, dejarlas llevar el timón.Cuando esto ocurre ponemos a prueba la capacidad de autocontrol, un «músculo» muy eficaz de trabajar.También, si nos dejamos llevar por las emociones,lo que se diga pierde su sentido pasando a otra esfera. Donde uno de los dos o ambos irán subiendo escalones, más y más altos para sorprender y «ganar» en esa lucha que antes era diálogo de iguales.
Y esto pasa muy a menudo,cada vz , observo más puntos extremos desde los que se quiere «dialogar» cuando resulta imposible.Pues no se dialoga con un pie sobre tu cabeza…
Lo que si predomina es la existencia de los dos extremos, unas son las conversaciones tan y tan cándida que rozan lo irreal o el bucle de continuas desprecios y acusaciones.
Asi, no se puede comunicar y menos contrastar ideas. Así no se avanza. Por eso, en el caso de Luis,, podemos ver esa enorme falta de autoconocimiento y de generosidad hacia el otro.Por ello, un ejercicio interesante es escuchar lo que no queremos escuchar para ir más allá de nuestros prejuicios y miedos.Pues siempre saldremos ganando con esas actitud. Siempre hay algo que aprender y llevarlo a otra parcelas de nuestra vida.
Por eso, escuchar ayuda a dialogar y diálogo mata la discusión (la mala discusión)
Pamela
Excelente artículo, muy completo, dudo que alguien que lo lea no se encuentre en alguna de las líneas. Yo me he encontrado en varias ocasiones en él, y me ha dado mucho para reflexionar y para seguir creciendo como persona. Tratando un tema «atemporal», me lo guardo para re-leer y lo comparto porque es realmente valioso.
Gracias.
Daniel
Brillante Herminia! Los demás nos dan la oportunidad de conocernos mejor. Tan difícil de conseguir pero la llave hacia la maestría de uno mismo. Gracias. Un abrazo
Alicia García Lucas
Es curioso pero justo escribes este artículo cuando más lo necesito. Me he visto envuelta este fin de semana en una situación en la que ya no sabía qué más hacer para solventarla, medía mis palabras al máximo, incluso callaba y escuchaba intentando entender qué sucedía, me sumía en el silencio intentando escucharme y encontrarme en la tranquilidad. He meditado, he vuelto a preguntar. Entonces recordé lo que nos explicaste de que tras comportamientos extraños se esconde el miedo, y le pregunté si le daba miedo algo. Ahí se destapó todo, eran miedos de la otra persona, irracionales para mí pero lo importante es que eran reales para la otra persona y de este modo los traté en la conversación. Al final la otra persona se encuentra de maravilla, liberada, pero para mí ha tenido un alto coste emocional. ¿Cómo aprendo a que esto no suceda? Seguiré sumida en el silencio buscando la respuesta.
Laura Bravo
Basar nuestras relaciones en el miedo resulta muy fustrante y doloroso, a la vez que resulta ineficaz, porque como últimamente estoy repitiéndome en varias ocasiones lo importante no es » qué» dices sino COMO lo dices.
Hay una frase que desde que empecé en este » mundo » del Coaching que me ayuda mucho a la hora de conectar con el otro desde la confianza dejando a un lado el querer tener razón o mi rol salvador tan arraigadas ambas en mi, y es la frase «HACE LO MEJOR QUE SABE «. Tenemos todos unos Egos muy elevados, que nos impiden ver más allá, y nos ciegan , haciéndonos perder y olvidar lo más importante que es el amor que tenemos hacia los demás.
Gracias Herminia, porque me has dado » otra herramienta» adicional para seguir mejorando en el arte de la conversación, y es REGULAR MI ANSIEDAD, no lo había mirado desde essa óptica nunca, pero es clave conseguir esta regulación emocional a nivel personal y como futura coach.
Coversar desde la confianza en que el otro siempre nos puede aportar algo nuevo e incluso escuchándolo podemos afianzar nuestras creencias posicionandonos desde la igualdad.
Aquí dejo otro vídeo muy emotivo, donde habla de ese amor » en mayúsculas» como he leído en un comentario de de tu post.
Espero que os guste, gracias de nuevo Herminia.
http://www.youtube.com/watch?v=8EU0J6MrYxo
Lluís Sanmiquel
Gràcies, Hermínia, per compartir aquestes sàvies reflexions. Per a mi, aquest és un d’aquells articles per rellegir de tant en tant.
Les teves paraules m’han recordat les innumerables vegades que els nostres fills adolescents tot just necessiten un «sparring» i nosaltres responem (reaccionem millor dit) intentant «convèncer-los» i «salvar-los» amb els nostres «indiscutibles» consells. Volem guanyar tant si com no, com si ens hi anés la vida.
Em ve també al cap la recomanació d’Stephen Covey, quan no hem tingut la capacitat d’adonar-nos de l’emoció negativa o ens ha mancat l’encert per regular-la a temps, del recurs de «fer un dipòsit» al compte emocional de la persona amb qui hem discutit: demanar disculpes. «Ho sento, no t’he sabut escoltar. Em sentia insegur i m’he posat a la defensiva.»
Una abraçada,
Lluís Sanmiquel
Santiago
La información falsa es porque creemos que las personas deben de ser de una manera acorde con nuestras perspectivas y eso es información falsa gracias
Santiago
Gracias Herminia tu post me ha recordado un cuento que dice que dos amigos iban caminando y presencian el accidente de un perro Uno de los dos se acerca a levantar al animal para llevarlo a un veterinario. Cuando intenta sujetarlo, el perrito lo muerde.
El hombre lo suelta y se queja con su amigo:
—Perro desagradecido, lo quiero ayudar y me muerde…
El amigo contesta:
—No te enojes. No te muerde por falta de gratitud, te
muerde porque está herido. Como apuntabas en el artículo anterior muchas veces las imágenes que tenemos de los demás nos recuerdan heridas no sanadas y cuando se reactivan edad imágenes también las heridas como decía Geraldo smedling : sólo hay una forma de sufrir …. Teniendo información falsa ….. Gracias Herminia ojalá nos podamos ver pronto un abrazo y gracias
roser
això va pel supervídeo: al final, com diria el gran erich fromm, l’amor és l’única resposta sensata i satisfactòria al problema de l’existència humana, i després també john lennon, i abans, jesús… tants genis no pot ser que s’equivoquin, però recordem el preu d’aquestes paraules dels dos últims. en fi, que trascendir a un mateix en nom de l’amor no crec que sigui fàcil, en un món on la violència de vegades adquireix dimensions difícils de digerir.solament l’amor en majúscules pot véncer la por en majúscules, passar per sobre de l’instint de supervivència sobredimensionat en una societat tremendament hostil. d’acord, la persona que tenim davant no és el problema, ella té un problema, però quin és el límit? si no hi ha d’haver límits probablement, l’amor pels demés comenci per l’ amor a mi mateixa, que res el posi en joc. el meu pare sabia de conflictes (es guanyava la vida posant pau entre regants del canal d’urgell). un dia va venir a casa un senyor amb una escopeta, que el volia matar. quan va marxar, fent-se copets a l’esquena amb mon pare, ma mare li va fumbre la bronca per portar homes així a casa, i ell li va contestar: ‘però si és el meu amic!’I bé parlant del meu pare i coneixent-lo, se m’ha ocorregut que en aquesta manera d’actuar també hi tenen a veure uns valors determinats, que no tot és amor incondicional cap a un mateix (que d’altra banda, no em cuadra que sigui suficient): si dóno amor a l’altre, m’estimo més (o potser ‘sé que faig el correcte i estic tranquil’) i puc superar la por.
Remei
Com sempre, el teu article m’ha arribat el dia que més profit li podia treure. Gràcies, Hermínia!!!!
sara
Gracias por este gran art Herminia.
Hay que aprender a escuchar y si aprendemos seguro que no discutiremos, no interrelacionar las conversaciones, con lo personal sobre todo ser Asertivo, conocernos saber en que momento estamos por que hay veces que las mismas situaciones nos las tomamos dediferente manera, hay que trabajar para que la Asertividad sea una epidemia.
Un saludo.Saralo
Montse
Article molt interessant!!! moltes gràcies per compartir-lo Herminia,
el faig còrrer i el segueixo compartint.