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El conocimiento de la naturaleza humana: DISCERNIR (II)
Discernimiento y honestidad
Hace semanas inicié un tema, el conocimiento de la naturaleza humana, con un primer verbo: profundizar. El propósito del artículo de esta semana es seguir avanzando en este conocimiento y lo haremos con otro verbo: DISCERNIR. Un verbo que invita a la reflexión e introspección. El sábado, en una sesión de Coaching grupal, en el marco del Master Universitario, Desarrollo Personal y Liderazgo, que dirigen Gonzalo Bernardos y Borja Vilaseca, en el que tengo el honor y el placer de participar, surgió de nuevo este tema. Quizás ha llegado el momento de abordarlo: la capacidad de discernir y cómo ésta se vincula a la honestidad y nos acerca a la felicidad. Aprovecho para a gradecer a todos los participantes de esa sesión su franqueza y generosidad a la hora de compartir sus experiencias e inquietudes vitales. ¡Gracias a todos y todas!
Discernir nos permite percibir las sutilezas de nuestra naturaleza humana y diferenciar la verdad de la falsedad. El discernimiento es la capacidad de contrastar dos alternativas, valorar cada una de ellas y optar por la verdadera. Discernimos con nuestra mente y honestamente elegimos aquella opción que nos acercará a la felicidad. El fracaso de muchas relaciones proviene de un mal discernimiento. Sobre todo cuando juzgamos a los demás y provocamos enfrentamientos o distanciamientos que nos alejan del bienestar. Es lamentable que nuestra falta de autoconocimiento nos conduzca a emitir juicios erróneos sobre los demás en lugar de hacernos responsables de nosotros mismos. Cuando no sabemos discernir creamos situaciones que nos abocan al conflicto y nos alejan de la felicidad.
Discernir nos permite valorar una situación y responsabilizarnos de nuestras acciones. Nos ayuda a no juzgar a los demás por sus conductas y percibirlos más allá de lo que muestran. Discernir implica ser coherentes con nosotros mismos.
Demasiadas veces nos instalamos en nuestra zona de confort y desde ella juzgamos a los demás. Creemos que son los demás lo que deben cambiar para que nuestras interacciones funcionen. Salir de esa zona de confort implica replantearnos nuestro papel en dicha situación. Significa atrevernos a mirar nuestro interior y replantearnos en que medida el juicio que emitimos fuera, no deja de ser una forma de autoengaño. Por ejemplo, cuándo juzgo que mi pareja no se implica en la relación porque no se abre, ¿en qué medida estoy hablando de mi necesidad de control? ¿En qué medida al juzgarlo estoy eludiendo mi propia responsabilidad? ¿Qué significaría en este caso, desarrollar mi capacidad de discernir?
Para ilustrar estos conceptos me gustaría recordaros una vieja historia británica que, probablemente, algunos ya conoceréis:
“Un señor de mediana edad fue a consultar al médico. Su mujer se estaba quedando sorda y no sabía como decírselo sin ofenderla. El médico le aconsejó que primero se asegurara de los problemas auditivos de su mujer y de su intensidad. El hombre estuvo de acuerdo, pero no sabía cómo lograr que visitara a un especialista. El médico le indicó que había una forma muy sencilla de averiguar el grado de su sordera y es éste: “Primero te colocas en otra habitación y la llamas con un volumen de voz normal. Si no te contesta te acercas al umbral de la puerta de la habitación en la que esté. Si tampoco te contesta, te vas acercando, hasta que ella te oiga”. Así lo hizo el hombre. Esa tarde, desde la sala de estar, le preguntó: “Amor, que cenaremos esta noche?” No obtuvo respuesta. Se acercó a la puerta de la cocina y volvió a preguntar: “¿Qué hay para cenar esta noche, cariño?”. Su mujer continuó en silencio. El hombre fue avanzando sucesivamente tras preguntar y obtener la callada por respuesta, hasta que finalmente se colocó detrás de ella y se lo volvió a preguntar. Ella, con cara de aburrimiento se giró y le dijo: ¡Ensalada y pescado al horno! ¡Es la quinta vez que te digo que cenaremos pescado al horno con ensalada!”.
¡Qué paradoja! Supuestamente la esposa está sorda, cuando en realidad es el esposo el que tiene problemas de audición. Sin embargo está seguro de que es ella la que tiene el problema que dificulta la interacción entre ellos. En ningún momento se ha cuestionado que el problema lo pudiera tener él. Cuantas veces podemos comportarnos como este hombre: transferimos un problema de comunicación a la otra persona, cuando verdaderamente, el problema lo tenemos nosotros. En lugar de asumir la responsabilidad del problema de comunicación etiquetamos al otro de sordo. ¿Te ha pasado alguna vez? ¿Si realmente eres honesto, todos los fallos de comunicación se deben a la incompetencia o defectos de la otra persona? ¿Sabes discernir lo que es tu “error” y asumir tu responsabilidad en lugar de enjuiciar al otro?
Con demasiada frecuencia creemos que los conflictos se producen por la incompetencia o deficiencias de la otra persona. ¿Somos honestos con nosotros mismos al juzgar a la otra persona por lo que a nosotros “nos parece” que es y no por lo que realmente “es”? Cuando no somos honestos con nosotros mismos caemos en el autoengaño y enjuiciamos a los demás.
Los juicios nacen de nuestras percepciones sensoriales. Cuando vemos lo que vemos, no vemos más allá. Y en función de lo que vemos generamos un juicio sobre el otro. Bajo el autoengaño a menudo encontramos “apariencias” en las que lo que “parece ser, no es” y en cambio lo que “realmente es, no lo parece” que nos alejan del verdadero autoconocimiento. Cómo si aquello que estamos viendo explicara al ser humano que tenemos delante. Acostumbramos a juzgar las cosas y a los demás según los percibimos con nuestros sentidos. Sin pararnos a reflexionar sobre la esencia de lo que hemos percibido. Es como si observando una fotografía de alguien, nos atreviéramos a definir a esa persona, no por lo que realmente es, sino por lo que estamos viendo en esa “instantánea”.
Hace un momento, sentada en el escritorio de casa, mi marido ha asomado la cabeza por la puerta y me ha preguntado: ¿Escribiendo un artículo? Sí, le he respondido. ¿Y de qué trata esta semana? Del discernimiento. Ángel, se ha quedado unos segundos callado, reflexionando y mirándome a los ojos, me dice: ¿Recuerdas la película El hijo de la novia, cuando el cura habla del discernimiento? Su mirada estaba cargada de complicidad, ya que es una película que a los dos nos emociona profundamente y nos gusta compartir.
En este film, protagonizado por Ricardo Darín y Héctor Alteiro y dirigido por Juan José Campanella, hay una escena muy interesante sobre el discernimiento, en la que el cura le dice al hijo de la novia, Rafael, que no podrá casar a sus padres ya que la Suprema Corte del Derecho Canónico ha juzgado a su madre de falta de discernimiento, por su actual alzheimer. Si me permitís, compartiré algunos fragmentos de este interesante diálogo:
[…]
Cura: Rafael, el matrimonio, además de ser un sagrado sacramento, es un contrato y como todo contrato tiene tres condiciones. Discernimiento, intención no espúrea y libertad. Y bueno, lamentablemente su madre no tiene discernimiento.
[…]
Rafael: Escúcheme, lo tendría que ver a mi papá, parece que tuviera 20 años de nuevo.
Cura: Bueno, si quiere puedo hablar con él.
Rafael: Pero ¿qué le va a decir? ¿Qué le va a hablar de discernimiento a un hombre que sigue enamorado después de 44 años? Honestamente, padre, ¿usted cree que las siete parejas que se vienen acá a casar por sábado tienen discernimiento? No le da ganas a veces de decirles: “No chicos, tu pareja no es lo maravillosa que vos crees que es. Este tiene una cara de chante infernal, ella no va a ser tan comprensiva dentro de tres años”. ¿Por qué no me pidieron discernimiento a mí, cuando me casé? ¿Sabe la mala sangre que me hubiera ahorrado? No, cuando me casé, completamente víctima del amor, algo con lo que ustedes trafican hace más de dos mil años, me recibieron con los brazos abiertos. Diez años después, ya totalmente en mis cabales y con un discernimiento espantoso me quiero separar y me dicen: “no, ahora no se puede”. ¡Por favor, padre! ¿Ahora resulta que para ser católico hay que razonar?. Mi mamá no razonaba cuando la bautizaron, pero en ese momento no importó, había que aumentar la clientela ¿no? El primero te lo regalan, el segundo te lo venden y después se borran.
[…]
Rafael: Mi papá no quiere un trámite, padre. No se da cuenta. Mi papá sólo quiere cumplir el sueño de mi mamá que era casarse por la Iglesia. ¿Cómo no se da cuenta, padre? Es un acto de amor del que yo no soy capaz. Mire que flor de slogan se están perdiendo: “44 años de amor”. Lo tendrían que poner en un póster, en vez de darle la espalda…
Distinguir el discernimiento de la capacidad de discernir, no es fácil. El discernimiento se refiere a una condición propia de la naturaleza humana: la aptitud para razonar. En tanto que la capacidad, que implica idoneidad para pasar a la acción es un concepto abstracto que requiere en cada caso específico y concreto, la flexibilidad y el complemento que le ofrece el concepto de discernimiento. En nuestro ejemplo anterior, la ley canónica juzgaba a la madre del novio desde su incapacidad actual de discernir en lugar de comprenderla a ella-entera y lo que fue el sueño de su vida: casarse por la iglesia con el hombre que amó toda su vida En lugar de ver más allá de lo obvio, se ciñeron a su capacidad actual. No captaron su esencia.
A menudo tomamos decisiones sin pleno discernimiento, de manera inconsciente, guiados por nuestros sentidos y emociones. Desde esta falta de discernimiento, una y otra vez, nos enfrentamos a situaciones conflictivas, a la desmotivación o al autoengaño. Cuando preguntamos por la pareja, el trabajo, la vida de alguien, y esta persona nos responde “sobreviviendo” ¿Qué te llega a ti? A mi me llaga algo parecido a “discrepancia”, quizá con su manera de vivir o con ella misma. El discernimiento no es discrepancia, es todo lo contrario, armonía. Es la armonía que encontramos en nuestras vidas y con nosotros mismos cuando en lugar de sobrevivir nos atrevemos a vivir, sin autoengaños, sin juzgarnos por lo que “aparentamos”. Es la armonía que generamos en el encuentro con el otro, no por lo que aparenta sino por lo que realmente es.
Cómo les decía a los alumnos de master, ayer tarde: “lo que necesitamos es una mirada compasiva. No la que nace de la pena, sino la que nace del amor”. La mirada que va más allá de lo obvio y nos permite ver nuestra verdadera esencia y la verdadera esencia de los demás. La mirada compasiva es la que dice: “A pesar de los defectos que muestras, de los errores que haces, a mi no me engañas, sé quien eres realmente y conozco el enorme potencial que se oculta bajo ese disfraz”. Discernir significa razonar, con conocimiento de causa, sin dejarnos influir por falsas apariencias. Podemos quitar el disfraz a los engaños y/o autoengaños y así, actuar desde la confianza para llegar a ser, día a día, un poco más sabios.
Quizá forma pare de la naturaleza humana juzgarnos y juzgar a los demás, más juzgar sin discernir nunca nos llevará a nuestro verdadero hogar. Cada uno de nosotros podemos y somos responsables de averiguar lo que se esconde detrás de una conducta, de una apariencia, de una equivocación. La introspección será un recurso inestimable para poder discernir honestamente quienes somos, cómo nos relacionamos y hacia donde encaminamos nuestras vidas.
¿Cómo evaluarias, actualmente, tu capacidad para discernir?
Hermínia Gomà
10 febrero 2013
Barcelona
Si queréis leer el diálogo integro de la escena de la película El hijo de la novia, podéis acceder desde este link: www.lahuelladigital.com/epocas/numero4/culturajoven3.htm
17 Comments
Verena Bigurra
Una vez más un excelente artículo!
Me ha quedado muy grabado la paradoja británica. Es muy cierto que muchas veces cuando tenemos algún problema con alguien solemos culpar al otro, y no vemos lo que nosotros no estamos haciendo bien o si realmente es la otra persona la que tiene el problema y no nosotros mismos.
Discernir nos ayuda a llevar un equilibrio en nuestras vidas. Si muchas más personas supieran discernir, escuchar al otro, verlo con una mirada de amor como dices tu Herminia, creo que las relaciones humanas sería un poco más sencillas. Reconocer que todos cometemos errores y que siempre tenemos más de una opción en la vida es algo muy enriquecedor.
Gracias Herminia.
ANNA GIRBAU MORENO
Maravilloso artículo Herminia, de mis favoritos.
Me planteaba la dificultad que a veces supone discernir cuando quedamos atrapados por una emoción o un sentimiento que nos impide poder razonar. Es una capacidad que tiene que estar constantemente en entrenamiento.
Discernir es un verbo que no frecuenta en mi diccionario y que a partir de hoy tendré en cuenta.
Cuántas veces habremos sido el hombre que está convencido que su mujer está sorda, y en realidad es él quien tiene los problemas de audición. Esto me hace pensar en el conocido proverbio inglés: “Cuando apuntas con el dedo, recuerda que tres dedos te señalan a ti”.
Me parece una tarea maravillosa la de ver más allá, la de no quedarnos únicamente con lo que vemos o con lo que a nosotros nos parece, sino reflexionar sobre la esencia que hemos percibido.
Cambiando esta manera de ver a los demás, cambiaremos la actitud en la que vivimos en el mundo.
Muchas gracias por permitir esta reflexión.
Mª del Carmen Pérez Fuente
He de decir que desde que empecé este Máster y me di cuenta con la facilidad con la que juzgamos a la gente mido más mis palabras. Antes de ser consciente de esto, al hablar de una persona u otra tendía a juzgar, ahora en cambio, mido mucho más mis palabras en este sentido e intento abrir otras posibilidades a su comportamiento, además, de utilizar verbos un poco más Coaching para expresarme.
Este fue y sigue siendo, un gran aprendizaje para mí.
Gracias.
Miguel Alejandro
GRACIAS HERMI.. ERES Y SEGUIRÁS SIENDO UNA MUJER MUY INTELIGENTE Y BUENA TE QUEREMOS JUANITA Y MIGUEL
ROSER CIVIT
Egocentrisme infantil?
elpradopsicologos
Excelente artículo sobre los procesos traumáticos, enhorabuena por tu blog!
Xavier Aparicio
Hola Herminia. Discernir, importante palabra y verbo. Dice el Larousse; distinguir una cosa de otra, señalando las diferencias que hay entre ellas: discernir entre el bien y el mal. Y es que es una acción que no realizamos muy a menudo dejándonos llevar por el «lobo negro». En los últimos meses realizo un ejercicio de discernimiento, se trata de por ejemplo, ante una situación social,pareja, reunión de amigos, familiares, conocidos, pienso en la contestación que voy a dar a un comentario, entonces antes de verbalizarlo detengo el proceso (respuesta rápida, emotiva, prejuzgada, sesgada), no digo nada y en silencio espero a que el descernimiento siga procesando la información recibida y el tiempo «el silencio» es ese juez que al final dá y quita razones. Pasados unos segundos/minutos, veo como si fuera una película que hubiera pasado si hubiera dicho «esto o aquello» lo que pensaba. Y lo más gracioso, me doy cuenta de lo equivocado que estaba en la percepción inicial. Después, una vez interiorizado el error, con más información objetiva, puedo ya expresar mi comentario con más objetividad y más conocimiento. Os animo a realizar este ejercicio de discernimiento para descubrir vuestros puntos ciegos. Suerte.
Diana Espinosa
Gracias Heminia!! El artículo me ha hecho reflexionar, me ha hecho sonreír y me ha conmovido. Me quedo con la idea de que nuestra capacidad de discernir nos conduce a la armonía, que bonita palabra! Y pienso acerca de nuestra capacidad de distinguir lo que sentimos y pensamos de lo que verdaderamente es, sin juicios, sin miedos. Entonces esta capacidad para señalar la diferencia nos acerca a comprender a los demás y ha aceptarlos tal y como son, sin dejar de vivir en sintonía con nosotr@s mism@s.
Ingrid
Gracias por el post Herminia.
Discernir no es un verbo que suela escuchar en mis conversaciones diarias y las veces que lo utilizo, no suele tener tanta profundidad como el que tú le has dado. Pero después de tu reflexión, voy a incorporarlo más a menudo e incluso invitar a mis amigos y personas con las que tengo relaciones cercanas que lo practiquen y piensen en ello. Lo que más me ha impresionado, es que gracias a ser capaces de discernir, podemos saber que cuando juzgamos a los demás, estamos obviando nuestra propia verdad porque no nos paramos a discernir que hay de verdad en lo que pensamos y sentimos.
Ana Isabel Núñez Crespo
Después de leer el artículo, entiendo que la base de muchas situaciones duras, incluso penosas, vienen de no practicar con claridad este verbo tan efectivo como es el de discernir.
¿Y porqué tan efectivo? Pues como Herminia nos cuenta. Si lo usamos debidamente nos ayuda a acercarnos a aquello que es realmente bueno o positivo para nuestras vidas.
Pero valorar una situación sin enjuiciar es en muchas ocasiones muy difícil porque existe una parte de nosotros que no desea acordarse de quien es realmente y ese es nuestro exceso de ego. Que parece disfrutar más culpando a los demás que hacer una lectura clara y sincera de la situación.
Y es que personalmente la mayoría de los problemas que tenido en mi vida han venido por no responsabilizarme de mi conducta. La zona de confort se presenta tan y tan acogedora que cualquier invitación a cambiarla por la aparentemente fría e incómoda realidad parece impensable. Hoy por hoy, se ve de forma muy patente en los medios de comunicación, como tantos “otros” como “nosotros” con puestos de relevancia y responsabilidad parecen aferrarse a esa zona que les y nos mantienen engañados en una aparente tranquilidad.
No hay nada que retrase nuestro crecimiento como persona que quedarse ahí, en el “seguro confort”. Todo lo contrario, cuanto más honestos somos con nosotros mismos y por tanto con los demás, la vida se presenta más fluida y segura de ir por buen cauce.
Las mentiras, los juicios son fáciles de usar pero difíciles de quitar. Lo que realmente hacen es inmovilizarnos.
Esta aptitud de discernir se nos antoja un lujo para la mayoría; cuando es es igual de accesible para todos. Requiere, eso sí, un esfuerzo; palabra que va pegada como “un chicle a un zapato” a toda acción que conlleve un final feliz.
Es que si nos atrevemos a conocer la verdad de nosotros mismos, más allá de la piel de las palabras fáciles y vacías, podremos volar en Business con toda normalidad y cada vez con menos esfuerzo. Pero si escogemos no hacerlo, tendremos solo billetes en económica con dos o más escalas durante toda nuestra vida.
Así que, personalmente voy a comprarme unos cuantos billetes en Business para viajar dentro de mí y buscar quien soy yo, de verdad.
MIGUEL VEGA
Gracias que buena lección de amor y comprensión para todos y para cada uno de nosotros.
josep gendra
Disculpas, la cita textual que no ha recogido el anterior comentario entre «corchetes» es ésta:
El fracaso de muchas relaciones proviene de un mal discernimiento. Sobre todo cuando juzgamos a los demás y provocamos enfrentamientos o distanciamientos que nos alejan del bienestar. Es lamentable que nuestra falta de autoconocimiento nos conduzca a emitir juicios erróneos sobre los demás en lugar de hacernos responsables de nosotros mismos. Cuando no sabemos discernir creamos situaciones que nos abocan al conflicto y nos alejan de la felicidad.
josep gendra
Discernir, discernimiento, honestidad y … justicia. Decíamos en un anterior blog que «de bien nacido es ser agradecido» y ahora también pienso que «de justos y sabios es el discernimiento». Herminia, te cito textualmente: <>
¿Cuán valiosa es esta frase como para ayudarme a conectar con mis valores de Justicia y Honestidad?
Susanna López
Muchas gracias Herminia, por tu generosidad al compartir tus conocimientos, experiencias y regalarnos esas palabras que invitan a la reflexión.
A mi me ha «resonado» especialmente la frase de : «sobreviviendo»…últimamente la he utilizado…voy a trabajar en «discernir»..que es lo que hay detrás…
Gracias!!!
Laura Bravo
Discernir..para mi la capacidad de discernir es » tener criterio»..pero gracias a Herminia puedo ir más allá y no quedarme en » tener criterio según mis conocomientos o creencias» sino mediante la verdadera conciencia de lo que se te pone delante o quién se te pone delante. Desde la responsabilidad y la coherencia, cuestionarme , conocerme.. como haría yo, o como actuaría yo si estuviera en esa situación. Mediante el autoconocimiento podré ver mis errores y abrirme al otro. Escucharle con los 5 sentidos , tal y como plantea JC Cubeiro en la maravilla de libro Sensación de Fluidez, eso nos permitirá sensibilizarnos, ir mas allá, » leer entre líneas», para ver esa esencia que comenta Herminia, para romper esas imágenes mentales , esas etiquetas , que ya has comentado muchas veces en tu blog, que son enormes muros de hormigón, que creemos guían nuestras » sabiduría relacional» ( me lo invento ), y lo único que hacen es obstaculizarla.
Me quedo con una idea que , gracias Herminia, me has transmitido , y que he vuelto a leer en el libro El poder de nuestra presencia : » Compasión es la clave para entender al otro, pero no desde la lástima, sino desde la COMPRENSIÓN, conocernos, conocer nuestros miedos, para confiar en nosotros, y así poder discernir correctamente, y CONFIAR en los demás a la hora de hacerlo».
Gracias por este artículo Herminia.
Alicia García Lucas
Mientras leía tu artículo he realizado un cambio de paradigma.¡GRACIAS!
«A menudo tomamos decisiones sin pleno discernimiento, de manera inconsciente, guiados por nuestros sentidos y emociones». Ésto que has escrito Hermínia, ha sido la clave de mi cambio de paradigma.
Las emociones son para mi el principal obstáculo, mejor dicho el CONTROL EMOCIONAL la AUTOGESTIÓN DE LAS EMOCIONES. Algunas veces me embarga la emoción y lucha con el raciocinio. No sé si va con la naturaleza Hermínia, o es que la conexión entre la amígdala y el área prefrontal es una carretera secundaria en lugar de una autopista. La cuestión era tener en cuenta discernir y la capacidad de discernir. Llevarlo a la acción es lo que importa, y con amor, mucho amor.
JOSE MANUEL
Gracias por este post.
¡Cómo me resuena-nunca había oido tanto este verbo- la historia de la mujer sorda!